jueves, 22 de septiembre de 2016

Café society

Los Ángeles, años 30. En la meca del cine, el joven recién llegado Bobby Dorfman, sobrino de un poderoso agente y productor de Hollywood, se enamora de Vonnie, la guapa secretaria de su tío Phil.


Un Woody Allen sin ideas nuevas, conformista.

No acudo con gran ilusión y confianza a verla, y no porque no sea gran admiradora y fan del trabajo de Woody, sino porque ya hace tiempo que sus guiones no despiertan expectativa ni pasión merecida, más allá de lo ya visto anteriormente.
Es un repetir argumento, con diferentes personajes, época y ciudad alternativa, de calcado fondo, corazón y recorrido; su auto impuesta obligación de película por año puede que esté anulando ese descanso de escritura, que toda creatividad mental necesita para ser original y despertar curiosidad en lo que ofrece a su audiencia, o puede que simplemente le de igual, pues Allen siempre ha sido un escritor/director diferente, puede que pase del esfuerzo de reinventarse e imaginar nuevas motivaciones para sus relatos; de todas formas se le va a ver, le da igual la crítica, él va a la suya, culpa del espectador por esperar de quien no promete nada; lo cual, aún aceptando lo dicho, no anula cierta decepción y reclamo por parte de quien disfrutó enormemente con muchas otras cintas suyas.
Porque lo recibido no es suficiente, por mucha elegancia y distinción que muestre, y eso a pesar de contar con todos sus característicos y deseosos elementos: el narrador de fondo, la detallista ambientación, la abrazada música envolvente, la ironía de sus sentencias, la punzante ridiculez cómica, el caos de las casualidades, el descontrol de los accidentes, la suerte y los infortunios decidiendo el destino, los contratiempos de éste, las vueltas de la vida..., pero su mirar es ausencia de espíritu, que no atiende con vehemencia a sus movimientos.
No inspira tu querencia, no entusiasma tu aprecio, no
hay ímpetu en ella, sin interior devoto que ensimisme, sin agudo secreto que dilucidar, como la ilustre voz expresa “medio aburrido/medio fascinado”, un buen resumen de los sentimientos por la misma, con la admitida realidad de que aburre más que fascina; puede que sentencia en exceso contundente pero, su pretendido -y logrado- encanto ya no suscita ningún hechizo, su adorable magia es únicamente visual, el devenir de los acontecimientos y su reflexión es cuento acelerado, que no lleva a creer ni a soñar con su fantasía.
“La vida sigue, las personas crecen”, Woody está estancado; simpatía de buen gusto es lo que oferta, para un espléndido Jesse Eisenberg, cuyos gestos recuerdan al director en su época de actor, acompañado en la réplica por una suave y seductora Kristen Stewart, quien borda el amoroso drama, y cuya química entre ambos es apuesta segura ya comprobada en filmes anteriores, más ese Steve
Carell como piedra, papel o tijera que lo decidirá todo.
La familia, la religión, la vida social, la mafia, la muerte, la infidelidad, las mentiras, la ingenuidad, el unificador sarcasmo..., todo lo típico en actos teatrales, donde se sube y baja el telón según sincronizadas escenas, desde esos elaborados personajes que tienen algo que decir, todos ellos, incluso el más extra con su fugaz frase, cada uno en el momento oportuno para elaborar ese ideal conjunto, que como exquisita pieza de música, está pensada en todas sus notas, desde la primera hasta la última; pero no hay consistencia en la trama, sus relatos han ido perdiendo energía y fuerza conforme avanza el tiempo, su función ya no vibra ni late, su material escrito ya no refleja su demostrado talento y perspicacia.
Su realzado glamour no oculta las sombras de su representación, su emotiva melancolía no cubre las
carencias de su narración, su afectividad no despierta efusividad cálida, su cordialidad no alcanza la intensidad debida, una muestra agotada de un director desganado, que vive de quien fue y se conforma con pasar, sin volver a ser.
Acudí sin ilusión ni confianza a verla, pero acudí.
Café society..., la sociedad deliciosa, el café desnutrido.

Lo mejor; su ambientación, fotografía y música, de lo que vive últimamente.
Lo peor; ya no se molesta en elaborar una interesante trama.
Nota 6,2



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