miércoles, 7 de septiembre de 2016

El expediente Warren: el caso Enfield

Secuela de la exitosa "Expediente Warren" (2013) que presenta un caso real de los renombrados demonólogos Ed y Lorraine Warren. Para resolverlo viajan al norte de Londres para ayudar a una madre soltera que vive con sus cuatro hijos en una casa plagada de espíritus malignos.


¡En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo yo...!

El terror es un género literario y cinematográfico que reúne aquellas obras que buscan causar miedo en el receptor, esa perturbación angustiosa del ánimo, por un riesgo imaginario, reflejado de forma solvente, eficaz y con gran credibilidad en las páginas de una novela o en imágenes aterradoras en pantalla.
Suspense, pavor, tensión, estrés, intriga, pánico, miedo en definitiva -lo se, me repito-, proveniente de lo desconocido, de lo irracional, de esa parálisis corporal ante lo ilógico de una situación provocada por fantasmas, monstruos, espíritus inhumanos, psicópatas, causas sobrenaturales...,; no saber qué ocurrirá en los próximos segundos, cuándo el asesino atacará mortalmente a su víctima etc, etc, etc, o todo lo contrario pues, si “la ignorancia es la base de la felicidad”, hacer sabio al vidente o lector, proporcionarle todos los detalles para que esté al corriente de cada situación y suceso en todo momento, con la desesperación y zozobra de la inquieta espera, donde nada se puede hacer excepto, observar el fatal desenlace.
Aunque reconozco que no soy apreciada fan de este género, admito que la historia es cumplidora y solvente de forma muy alta y estimada, se toma su tiempo para introducirte con ganas e interés, con sabiduría en sus percances, barbaries y desvaríos y así participar, con disfrute, de su escabrosa aventura; con esa paciencia que desespera y se hace eterna, pero que también crea ese ambiente cercano, alarmante, familiar y amenazador de bienvenida a su transtornado mundo y a su suplicante resolución, para que el dolor y la tortura cesen de inmediato.
Comunicarse con el más allá, seducción irresistible
que pone la tragedia en marcha, siempre a cargo de la inocencia natural de esos niños que no saben la que están liando, donde el lamento de la llegada del visitante inoportuno aparece tarde, pues la maldad de sus ideas y el escalofrío de su retorcido sentido del humor ya han hecho acto de presencia; siempre la familia es intrusa molesta en casa del susodicho, razón por la cual empieza el antipático espectáculo de convertir la casa en una loca montaña rusa, donde todo y todos vuelan para así alterarlos, asustarlos y aterrarlos hasta la muerte, y más allá.
“Imaginen un halo de intensa luz blanca, les protegerá”, pero reina la oscuridad, los temblores, las posesiones y el infierno venido a casa particular; creer o no creer, esa es la cuestión, como Hamlet pero con más desquicio y terror; “creer cuando nadie más cree..., tener fe”, es lo que se solicita y ruega pero, es difícil con las pruebas fácticas en contra.
Sólida, creíble, curiosa, hechicera, turbadora, de aliciente exquisito que te introduce poco a poco en su paranoica realidad, sangra despacio para retener tu
atención e intranquilo entusiasmo y que te regodees de apetencia malévola junto a ella.
Impresiona, sobrecoge, aturde y bloquea, inteligente acertijo, de agresividad elegida para inolvidables momentos álgidos, el suspense está asegurado, la incertidumbre reina, el desorden se apodera de la situación y la presa elegida acude al encuentro con el acechador demonio sin remedio; los gritos humanos le divierten, el miedo le motiva, juega con ellos hasta que se decide por acabar la partida, pues se cree el jefe de la contienda.
Salgo complacida y contenta, mucho más que de la primera, su guión es sobrio y consistente, las interpretaciones motivantes y poderosas, el conjunto apetecible y embaucador; “Valak, el corruptor, el profanador, el marqués de serpientes”, estupendo el entretenimiento que ofreces, genial tu compañía de
compás en explosión acelerada, un tormentoso gusto conocerte y haber pasado un rato contigo pero, “¡te condeno a volver al infierno!”, de donde procedes.
“¿Hay algún espíritu aquí, que pueda contestar a mis preguntas?”, mejor no saberlo, mejor no preguntes.

Lo mejor; la unión firme y categórica de todos sus elementos.
Lo peor; realmente una familia ¡padeció ésto!
Nota 7,1


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