viernes, 30 de septiembre de 2016

El mar de árboles

Un estadounidense y un japonés se conocen en el tristemente famoso "bosque del suicidio", un lugar al que la gente va para quitarse la vida. Tras entablar conversación, abandonan sus proyectos de suicidio y juntos emprenden un viaje a través del bosque


De la muerte a la vida, un cambio de pensamiento.

De antemano sabes que el paisaje hablará por si solo, que su laberinto de hermosos y majestuosos árboles será, una seductora trampa mezquina para quien quiera salir/un acogedor refugio para quien quiera morir; y en esas te embarcas en un relato que empieza con interés en su anónimo andar, que se acoge con curiosidad en sus temporales regresiones, que se aviva en su esfuerzo por el escape y la existencia, que levemente retrocede al buscar un encanto místico a su explicación combatiente.
Porque no todos los que acuden a él a finalizar su tiempo están seguros, hay quien procede/hay quien se arrepiente/hay a quien el espíritu de su ser querido le habla y ayuda para contestar a sus dudas, a quien se le tienden esas respuestas que permiten seguir adelante y desechar el parón definitivo, en un abrazo cálido y romántico de significación, de espiritualidad y de acogida estima por lo no conocido, pero intuido; punto último donde más se le achaca, a Gus Van Sant, la pérdida del congruente hilo trazado.
Matthew McConaughey, emotivo, accesible, expresivo, lidera la historia de un hombre extraviado que lamento lo que hizo, lo que no dijo y que no sabe como sobrellevar su carga, a quien la culpa le carcome y le lleva a un destino final, que será principio de uno nuevo; inesperado cambio de rumbo, cuando los planes se precipitan y ya no dependen de uno, sino de ese instinto por sobrevivir cuando la muerte acecha, aunque fuera inicialmente el propósito buscado.
Nada como estar a punto de fallecer para ver la
claridad de la vida, lucha, en ocasiones macabra, en enigmático territorio de curiosa vuelta, donde lo que cuenta es ese desespero por encontrar el sendero correcto, de regreso al camino, para volver a estar, pero más sereno.
Ninguno sale igual de la frondosa arboleda, y tanto Matthew como Ken Watenabe, su compañero de reparto, exponen su transformación con desnivelado carisma, de calibre desigual; tu atención no cede ante el relato, aunque si atraviesa diversos puntos según van cambiando los personajes y la situación, en ocasiones más a la endeble baja que otra cosa.
Narración vital, con sombras sentimentales intermitentes que la debilitan, que mantiene tembloroso su pulso a la querencia humana, a ese remordimiento y castigo impuesto que pesa como losa sufridora que invita al abandono, decisión terminal que cambia a última hora pues se dice que, hasta los que lo consiguen, se arrepintieron en el último momento.
Cinta sobre el suicidio que se convierte en afirmación de vida, al convertir el amargo dolor en apertura al optimismo, reflexiva historia de redención que no invita a pensar ni reflexionar sobre ella, pues su recta final suena a cándido cuento bonito, que transmite nulidad de reflexión o pensamiento; atrapa su
supervivencia, sus peripecias por no rendirse y hallar salida, es decir, la parte de acción que secunda el drama; la herencia personal narrada es floja, permisiva, tolerable, que no convincente, y su desvío anímico y esperanzador de un psique guiadora, gustará a quien entone su corazón por tal leyenda, para el resto es incoherente, innecesario, sobrepasado en su pretendido cierre.
Machacada por la crítica en Canes, también me parece excesivo, la película no aburre y cautiva dentro de sus límites; su drama es inconsistente e inseguro, no expone la depresión con la consideración oportuna y tiene sobrante palabrería que pretende una altivez emocional que nunca logra, pero sus actuaciones son intensas, la fotografía una delicia, el desconocimiento inicial una interrogante aventura, y su desenvoltura, tiene reproches y
quejas, pero tampoco permite que dejes de estar pendiente de lo siguiente.
Aokigahara, el bosque de los suicidios japonés, inmenso, desorientador, intimidante, endemoniado, tan fascinante lugar de leyenda histórica merecía su película; puede que con una narración más acorde, sólida y menos angelical, cuya sensibilidad fuera más perceptible y aspirable, no únicamente oída como relleno del periplo por escapar de la telaraña de raíces, troncos y espesas ramas, pero lo que es el bosque es una maravilla, y el agónico deseo de escapar de él, entretenido.

Lo mejor; el bosque y el esfuerzo interpretativo de McConaughey.
Lo peor; su drama no se recibe ni acoge, sólo se narra.
Nota, 6,1


No hay comentarios: