jueves, 1 de septiembre de 2016

Los principios del cuidado

Ben es un escritor retirado que decide dedicarse a cuidar enfermos tras pasar una tragedia personal. Después de 6 semanas de formación, conoce a su primer cliente, Trevor, un deslenguado chico de 18 años con distrofia muscular.


Conducción con GPS, sin sorpresas o fondo de reserva.

¡No está muy visto ya el argumento de paralítico derrotado que, gracias a su simpático e influyente cuidador, encuentra las ganas de vivir y volver a ser el mismo! “Intocable” elevó muy alto el listón y, a partir de ella, copias más trágicas, románticas o de mismo espíritu aventurero, sin cesar, se están dando.
Me cae bien Paul Rudd, actor de comedia que siempre logra sacarte alguna sonrisa, papeles de humor con gracia irónica, de bobadas entre colegas, de burla dicharachera, de chistes entrecruzados en un ligero drama suelen ser su especialidad, aquello en lo que se ha encasillado, siendo interpretaciones esporádicas, como en esta ocasión, las que se adentran en algo más serio y profundo.
Estipulados pasos, de manual aprendido, sobre cómo proceder en estos casos; el joven en silla de ruedas, el novato inexperto en cuidados, presentación tensa, estropicio de convivencia, hasta ese punto de inflexión donde el irritable paciente baja la guardia y el ávido enfermero aprovecha para darse a conocer y conocer a la otra persona, con algún retroceso intermitente, y ¡magia!, compenetración exquisita que los convierte en amigos del alma; a partir de ahí, ideas diversas sobre los sueños inalcanzables del minusválido, que su hermano de comprensión y estímulo hará, como sea, realidad en cuanto pueda, superando todas las trabas, lo que era amargura y dolor/ahora alegría e ilusión.
Cándida, dulzona, amable, resultona, de fondo bonito, gentil y tierno, “somos un taxi por América”,
uno deprimido y bloqueado/el otro con particular acidez humorística para esconder lo que ambos padecen, esa desconexión, ingratitud y distrofia hacia un mundo injusto, que puede ser una verdadera mierda.
No por ser predecible deja de gustar, apunta y dispara con gratitud bonachona, va muy rápido en el personal aprendizaje, pues quiere lanzarse cuanto antes a la carretera para proceder a disfrutar de las novedades y atropellos del planeado, pero imprevisto viaje, que cambia según se rueda y avanza.
Es generosa al ofrecer un consumo digerible y facilón, no hay nada interesante no previsto, todo de imaginación rudimentaria y convencional, se ayudan y apoyan mutuamente sin sangre en las venas, más bien coca cola light que no altere, inquiete ni conmocione en exceso.
Basado en el libro de Jonathan Evison de mismo
nombre, los principios del cuidado: “preguntar, escuchar, observar, ayudar y preguntar de nuevo”, más esa apuesta y genial relación que se establece entre dos seres especiales, cada uno a su manera.
Sin ruido molesto, confortable.

Lo mejor; Paul Rudd sigue cayendo bien y hace buen tándem con Craig Roberts.
Lo peor; no altera su floja línea recta ni un ápice.
Nota 5



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