lunes, 12 de septiembre de 2016

Me estás matando, Susana

Eligio, actor de 28 años, vive en la fiesta, un día llega a su casa para descubrir que su esposa Susana se ha ido sin explicación o advertencia. Eligio la busca por todas partes y al hablar con la gente va cayendo en cuenta de que entre ellos las cosas no andaban tan bien como él pensaba. Empezará un periplo por buscarla.


Endeble revoloteo, que nunca se posa.

“Laura se fue, Laura no está, Laura se escapa de mi vida, y tú que sí estás, preguntas por qué la amo a pesar de las heridas”; en realidad preguntas por mucho más, por toda aquella densidad y solidez lograda que le falta a un guión, que de vagueo dialéctico y escénico va sobrado pues, aunque se trata de Susana -no confundamos una ex con otra, que después vienen los líos y no ayudan a la hora de la reconciliación- es el ofendido orgullo, de macho de su marido, lo que está en juego, un risueño y malabarista Gael García Bernal, quien interpreta a ese caradura cónyuge que pone el grito en el cielo, cuando su mujer práctica el mismo doble juego que el susodicho.
Una Veronica Echegui que posee química cero con su compañero de reparto quien, tras días de ausencia de su pareja, por fin nota la falta de la misma y su reacción inmediata es “¿dónde carajos estás? ¡Yo no he hecho nada!”; y no es a por tabaco lo que se fue a buscar, pero habría válido igualmente pues, ante tanto desbarajuste, que cambia de cara y síntoma según le viene en gana, habría sido lícita cualquier cosa.
Ni risa, ni tensión, ni amor, ni tragedia..., Roberto Sneider no refuerza ninguno, sólo los saltea y
endulza sin seguida que valga algo, todo muy amateur, todo muy superficial y torpe, débil e infantil como comedia, romance y drama; producción mexicana que persigue, encuentra, se pelea, reconcilia y vuelve a la loca carrera, de alcanzar dignidad sentimental de sonrisa plena que merezcan la pena, cosa que nunca llega.
“Aquí estoy por si quieres”, pero quiere con otro, cosas distintas, y el ego masculino se despierta, enoja y reclama su adueñado territorio, pues él no puede ser abandonado, él no es un perdedor, únicamente un accidentado mexicano por tierra yanqui en busca de su escapada mujer, cuya simpatía y desparpajo ya no le valen como armas.
La cinta necesita más logro e intensidad, sea cual sea el camino por el que se decida, la desnudez sensitiva que provoca el abandono en el marido no da para
reflexión, continuación o inflexión alguna, improvisa según cae el dado y el número que salga; consistencia, continuación y rotundidad deberían ser sus armas, aquí de nulidad clara pues, incluso si te equivocas, hay que hacerlo con seguridad y firmeza.
“Me estás matando Susana”, no suavemente como la canción, pero sí a destartalados golpes, de boxeo según se incorpora y vuelve a caer en la lona del borracho cuadrilátero; porque la fastidia una y otra vez al errar en apuntar hacia objetivo pretendido, ya sea diversión, suspense, romance o emoción.
“Hay un montón de cosas que no entiendo pero me gustan, como tú”, de modo que se valiente, da libertad para que vuelvan a ti; encantador mensaje, que muestra sin base o disposición posible que hechice, únicamente rueda con desorden y embrollo.
Vende caramelos de diversos sabores, buscando engatusar, caer bien y hacerte pasar un buen rato, sólo que, de golosinas una no se alimenta.
“Ya regresé. ¿Por qué? ¡Yo qué se!”, buen resumen de la película.

Lo mejor; toca el humor, el drama, el romance y el suspense.
Lo peor; un cuatro en uno, que no da para ninguno.
Nota 4,7


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