viernes, 28 de octubre de 2016

Bad hurt

Narra la batalla de una familia de permanecer juntos a pesar de los demonios personales y secretos destructivos que amenazan con despedazar su unión.

Nadie quiere estar en su lugar.

“Bad hurt”, malheridos, ¡y vaya si lo están!..., en esta familia desecha y golpeada, con una hija retrasada -como prefiere decir la madre- enamorada e intratable, con un hijo ex-combatiente de Irak, seriamente dañado con estrés post traumático de su experiencia militar, con otro desesperado por impresionar a su devastado padre, ex-alcohólico a punto de recaer, pues está al límite del aguante y no supone ninguna ayuda para una esposa resignada/madre luchadora que no se queja, que no abandona y que cuida de todos menos de si misma, todo ello en un pequeño pueblo olvidado de la mano de Dios, de costumbres y relaciones cercanas, donde todos se conocen para bien o para mal.
Pesa, asfixia, aflige, su argumento duele y se sufre con angustia, puesto que parece que ninguna alegría es merecedora de llegar a un hogar de buenas personas, en las cuales el destino se ha cebado masivamente.
Su objetivo es plasmar cada uno de los personajes, situación y trayectoria con recóndita sensibilidad y pesadumbre, así como la unión sólida entre ellos, o distanciamiento de verdades confesas según momento y espacio; la dificultad del día a día, la apatía generalizada, la decepción de los rotos sueños, la extenuante lucha, el quebradizo ánimo, el
ocasional enfrentamiento, el agotamiento de la resignación..., todo sin perder de vista que son una familia y lo que ello significa.
Aceptar la realidad y dejarse de historias distorsionadas, que manipulan el presente para hacerlo más soportable, pero también exasperadamente fraudulento; el amor, el rencor, la ira, la desidia..., un conglomerado de sentimientos hondos, frustrantes y dolientes, para un drama sencillo en su planteamiento/arduo en su recogida mochila, de peso profundo y espeso.
“Shock es cuando estás tan herido que no sientes nada”, exhaustivo análisis sensitivo de un clan y sus perniciosos secretos, cuyo cuerpo y mente son golpeados sin tregua y con inmerecida amargura; sincera y concienzuda en su denuncia, según papel y situación escogida del personaje -trato discriminatorio a discapacitados, atracción sexual entre ellos, abandono del cuidado del soldado herido
por el ejército, matrimonio distanciado e indignado por el destrozo situacional derivado, idolatrado hermano hundido, las drogas y su abuso, la inocencia y sus gestos...-, con intensas interpretaciones a la cabeza, que ayudan a esa atenta mirada ofrecida gracias a la guía de un conductor de autobuses para gente deficiente, que aspira a ser policía y válido ante los ojos del padre.
Dura y agria de observar, es la honestidad interpretativa del rostro de los actores lo que cautiva y alienta; es implacable, es consistente, es perseverante, intimidad relegada al olvido por una
calamidad de sentimientos encontrados que abruman, atacan y comprometen.
Vivieron tiempos mejores de felicidad y esperanza plena, ahora adormecidos, agotados y exhaustos por un presente malogrado y ruinoso, sobre cuál futuro nadie se plantea hablar o imaginar, pues ya tienen bastante.
“Bad hurt”, malheridos, ¡y vaya si lo están!..., pero en unida y orgullosa familia.

Lo mejor; la cautividad facial de sus actores.
Lo peor; la dirección de Mark Kemble, novato en la materia, no da mucho juego.
Nota 6,1


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