domingo, 2 de octubre de 2016

Cazafantasmas

Manhattan, Nueva York. Después de casi treinta años sin saber de ellos, los fantasmas y demonios se han vuelto a escapar de los infiernos para destruir la ciudad. Esta vez un nuevo equipo de Cazafantasmas, formado por un grupo de cuatro mujeres, está dispuesto a terminar con cualquier amenaza espectral.

Jubilados los chicos, las chicas al mando.

Para la recepción de este remake femenino caben diferentes posturas, según enfoque, pues no será lo mismo para quien parte de haber visto el original en su época de gloria, que quien lo descubrió mucho más tarde por reposiciones en la tele, peor aún si no se ha visto y se sabe de ella por comentarios y escenas esporádicas visionadas; después está el interés y morbo de averiguar cómo han conducido la misma y qué han transformado para cambiar el género de los personajes, si un simple corta y pega o algo suculento que descubrir; la que escribe disfrutó con la predecesora, del divertido hallazgo de esa mítica primera entrega, para esta ocasión no valdrá una variación de sexo ¡y Santas Pascuas!...
..., quien habla con presunción se equivoca, y yo no podía estarlo más, una cómoda mudanza a siglo XXI, donde cambian las inquilinas pero nada más, y aún así es graciosa, amena, estupenda y muy complaciente.
Melissa McCarthy, coronada en la actualidad reina del humor femenino, unas veces con mayor logro que otras, acompañada magníficamente por Kristen Wiig, quien le va a la zaga como representante de esa comicidad fresca, excéntrica y absorbente, torpe y melancólica con sus innumerables traumas, que maneja con gran sabiduría y arte, más Lesli Jones y Kate McKinnon, para un coordinado cuarteto cuya sintonía y entendimiento son la gran baza de un guión divertido y ocurrente, aunque clásico, entretenido y guasón, pero sin innovar en nada,

únicamente siguiendo la estela de su predecesora y
serle fiel en el homenaje copia realizado.
Lo cual no es malo, es volver a los ochenta, incluida fantástica banda sonora, pero con los avances modernos, lo cual incluye a las mujeres peleando por si mismas y demostrando su valía; no arriesga, utiliza repetido formato de similares pasos, pero dentro de su imitar y corresponder es cómica, aguda, adiestrada y eficiente; el avance de la tecnología y los efectos especiales ayudan y redondean lo que ya se vio en su momento, logrando una óptima y atractiva regresión al pasado, con las ventajas obvias del presente.
Es un observar tranquilo, de goce sin alteración alguna, pues ya sabes por dónde van los tiros y qué sucederá a renglón siguiente; sin duda peca de nula creatividad, de homenajear sin avanzar ni moverse del sitio pero ¿qué quieres que te diga?, gusta y te lo pasas bien, ríes con sus percances y tropiezos de andadura, simpatizas con su definida personalidad de anillo al dedo, te molan sus extravagancias singulares y, es una delicia formar parte de este peculiar y animoso cuarteto, desde esa cómoda
butaca que te insiste en que todo te es familiar, que te recuerda a una experiencia ya vista y vivida anteriormente, por tanto..., ¿será un dèjá vu? No, es Paul Feig con las nuevas reclutas féminas, quien opta por no cambiar el resto del juego, pues como atracción de genial pasatiempo, ya se demostró que funcionaba.
“Cazafantasmas”, la sensación de estar rodeados de fantasmas, en sentido peyorativo, a todos nos rodea tarde o temprano, algunos incluso repetimos con cansina insistencia de no mejoría; para estos fanfarrones no sirven las presentes damas, su caza se centra en esos incordio de espíritus paranormales, que se empeñan en fastidiar y complicar la humana existencia neoyorquina con su mucosidad verde; son locas, son ingeniosas, son dicharacheras, son atrevidas, son amigas, solas ante el peligro no abandonan, porque un equipo unido nunca cede ante
las dificultades, se crece hasta completar su misión y poder decir “me encanta que los planes salgan bien”, pero sin puro en la boca, que ya no se lleva fumar, corren otros tiempos.
Energía psicoquinética presentida y ¡empieza la guerra!..., y Chris Hemsworth, “el bombón volador”, paseándose de guapo tonto, sin martillo..., y la pegadiza y añorada música suena y...¡ya no hay marcha atrás!, te toca disfrutar.
Deja buenas sensaciones.


Lo mejor; es retornar, con talento, a un querido pasado.
Lo peor; ese mismo retroceder puede resultar insuficiente.
Nota 6,3


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