domingo, 23 de octubre de 2016

Un monstruo viene a verme

Tras la separación de sus padres, Connor, un chico de 12 años, tendrá que ocuparse de llevar las riendas de la casa, pues su madre está enferma de cáncer. Así las cosas, el niño intentará superar sus miedos y fobias con la ayuda de un monstruo, pero sus fantasías tendrán que enfrentarse no sólo con la realidad, sino con su fría y calculadora abuela.


Ayuda creativa, para soportar la vida.

No me gusta cuando me venden tanto, publicitariamente, una película, me insta a una actitud negativa respecto la misma, una involuntaria actitud defensiva ante el torpedeo continuo de información sobre ella, y Telecinco lleva más de un año agobiando sobre la grandeza y espectacularidad de la susodicha, multiplicado aun más tras su estreno y récord de taquilla.
Y con esas, y sin haber oído un comentario negativo sobre ella, acudo a su encuentro, para cerciorar su emocionante despliegue de sentimientos, o descubrir que la mayoría opta por una pasapalabra que nadie se atreve a interrumpir, o negar con una voz distinta.
Cuando tanta gente te habla maravillosamente de una cinta te pregunta ¿son exagerados?, ¿será para tanto?, no hay neutralidad receptiva de origen y, por tanto, por inercia esperas y deseas algo grande, no te conformarás con menos.
Y, aunque al principio crees que no es para tanto, resulta que sí lo es, que poco a poco, con seguridad y firmeza, sobriedad y arte, se va metiendo en tu corazón hasta hacerte emocionar con cerciorada lágrima incluida; “la vida siempre está en los ojos”, y la mirada de Lewis McDougall es pura expresividad magnífica, a la cual se enfoca la cámara con obsesión y devoción de dedicación plena, un gran acierto de
elección para ese papel tan importante y decisivo, tan complicado de interpretar y transmitir en su conjunto.
Detener el tiempo, cambiar la realidad, la fuerza y coraje para llevarlo a cabo, a las 12:07 surge el tejo, ese fantástico árbol medicinal de la vida que le enfrenta a una verdad dolorosa aún no revelada, gracias a unas mentiras piadosas que cubren temporalmente el dolor y la angustia amenazante, pues para evitar éste, para demorar su llegada, se cree en la dulcificada falsedad, amoldada a unas necesidades que estallarán, más pronto que tarde.
J. A. Bayona acierta de lleno, en todos los sentidos, con esa delicada y afectiva historia de miedo y valentía, de desasosiego y pena, y su mayor logro es escoger con inteligencia, de aportado beneficio para el placer del vidente, a cada uno de los elementos integrantes del proyecto...
..., desde la emotividad de un guión sabiamente desarrollado, a unos diestros efectos especiales, cuya equilibrada y concisa sincronización y aportación es
perfecta en cada fotograma, a la concienzuda fotografía, el detallismo escénico, la sensibilidad envolvente, la humanidad respirable..., y por supuesto, a su excelsa dirección, de ideas claras en el supremo objetivo a plasmar en esta maravillosa pesadilla, que va más allá de los sueños, para convertirse en una historia cuya criatura salvaje, danza libremente en el interior de la expectante audiencia, sin saber ni controlar qué desastre pueda causar en sus emociones.
“La mayoría no comen perdices”, y no va a ser diferente para este chaval “demasiado mayor para ser un niño, demasiado joven para ser un hombre”, que ha de enfrentarse a una anticipada madurez
invisible, pero muy presente en su realidad, que golpea y castiga decidiendo condiciones y ruta de andadura, siendo el enfado, la culpa, la rabia y el sufrimiento piezas de viaje incorporados.
Es buena, obviedad sencilla ratificada por todo el que acuda a verla; te cautiva, te abraza y te emociona lentamente, de menos a más, con certeza de diana en las sensaciones evocadas.
Impresiona el monstruo/hechiza el niño/conmociona el relato, te devuelven el favor de ir a verles con la complacencia de lo visionado, el gusto de lo recibido, el sabor del recuerdo dejado..., sin duda alguna, la agresiva campaña publicitaria estaba justificada.

Lo mejor; el artístico talento de Bayona.
Lo peor; no verla en gran pantalla.
Nota 7,1



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